Le he comprado a mi amigo Daniel su cámara de fotos. Es preciosa: grande y negra, con un zoom ruidoso y un montón de botones. Como podéis ver, no tengo ni idea de cómo se usa, pero hace mucho tiempo que quería aprender fotografía, y una buena cámara era imprescindible. Ahora ya la tengo, sólo me falta aprender a usarla. Lo bueno es que cuando la saco de la funda siento como si se me abriera un tercer ojo, y en cada rincón hay algo que me apetece congelar, como este buen hombre de la derecha, con sus manos cruzadas y su mirada perdida. Eso me parece una buena señal. Y luego está Silvia, en Barcelona, que me va a enseñar aunque diga que no sabe.
No sé cómo voy a comer en mi último mes italiano, pero me da igual. Estoy muy contenta. De todas formas, lo que me toca hacer estos días es encerrarme en casa y estudiar... Por suerte, hasta estudiar se hace más liviano si ves esto desde tu ventana.
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viernes, 6 de junio de 2008
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